
En este post nos gustaría mencionar las ventajas tanto físicas como psicológicas que puede aportar tomar duchas frías de manera habitual. Se trata de un remedio fácil y barato que está al alcance de todos. Solo requiere un poco de fuerza de voluntad para incorporarla a nuestros hábitos diarios y, a cambio, nos puede ayudar a evitar trastornos y tener que recurrir a fármacos.
Estamos ante una práctica conocida y usada desde la Antigüedad pues ya el mítico médico griego Hipócrates la recomendaba y es conocido que en las saunas romanas existían unas termas heladas llamadas frigidarium, en las que terminaba el recorrido.
Más recientemente se puede mencionar el caso de la actriz del Hollywood clásico, Katherine Hepburn, que defendía los baños fríos como uno de sus secretos para mantener la salud y la belleza, llegando a buscar lago o ríos cerca de los rodajes en los que participaba para poder hacerlo. Y, en la actualidad, recordemos que la modelo Miranda Kerr ha afirmado públicamente que utiliza las duchas frías no sólo porque sean vigorizantes, sino también debido a que son buenas para su piel y rostro. Recuerdo además haber leído en un reciente libro de entrevistas con Antonio Escohotado como este sabio español mencionaba que la ducha nunca falla pues siempre se está mejor después de tomarla según su opinión (aunque no especificaba la temperatura a la que lo hacía).
Antes de explicar los beneficios nos gustaría hacer algunas precisiones generales sobre cómo conviene tomarse y en que casos se puede utilizar.
En primer lugar hay que indicar que, cuando la ducha fría va a ser completa, hay que iniciarla por las zonas más alejadas del corazón. Se empezaría por los pies y piernas, luego se incorporarían los brazos, el pecho y la cabeza. Además es mejor hacerlo quitando previamente la alcachofa de la ducha y utilizando el chorro porque tradicionalmente es como se ha hecho.
También es importante saber que la estimulación fría solo se puede aplicar sobre un cuerpo caliente. Nunca se recurrirá a ella cuando se tenga sensación de frío o la estancia se encuentre a baja temperatura. En tal caso previamente habrá que eliminar el frío o bien activamente con movimientos enérgicos o de forma pasiva con agua caliente.
Por otra parte, los creadores de la hidroterapia moderna Sebastian Kneipp y Vicent Priessnitez han insistido en que, una vez terminado el tratamiento con fría, hay que secarse bien e, incluso, abrigarse para que se produzca la reacción deseada.
En cuanto a la duración de la misma hay que tener en cuenta que el efecto de la ducha fría estará relacionado con el tiempo que se tome. Pero esto no significa en absoluto que cuanto más larga sea ésta, más efectos tendrá. No se trata de una regla simple, sino que, por el contrario, la que hay que aplicar es la siguiente que exponen el doctor Robert M. Bchamann y German M. Schleinkofer:
-una pequeña estimulación se suele utilizar para activar alguna función vital de manera puntual y curativa,
-una estimulación media y bien dosificada fortalece el organismo de forma preventiva,
-una sobreestimulación puede tener efectos contraproducentes y contrarios a lo que se busca.
Por tanto, lo aconsejable es empezar las aplicaciones frías con una duración de un máximo de 30 segundos. Y, con el tiempo, a medida que el cuerpo se vaya acostumbrando, ir aumentándola. Para hacerlo el coach de técnicas respiratorias Arthur Paulins, empezar la primera semana con agua fría durante 30 segundos y la siguiente hacerlo con agua todavía más fría mientras se toma el aire por la nariz y se suelta por la boca para mantener la calma.
A continuación nos gustaría detallar los efectos beneficiosos que tienen las duchas frías:
1) Mejora el sistema termorregulador. Uno de los objetivos de este tipo de aplicación acuática es que se pueda regular el propio calor corporal. De esta manera aumentará la tolerancia al calor y al frío y permitirá resistir mejor los cambios bruscos de temperatura. Eso será beneficioso para afecciones como las enfermedades reumáticas, la presión baja o la propensión a infecciones. A ese respecto el experto en medicina extrema, Kenneth Kamler, cuenta que a los primeros exploradores del Ártico se les recomendaba darse duchas frías cada vez más largas y cada vez más frías para prepararse para su expedición.
El propio Kneipp explica esto muy gráficamente cuando afirma que “uno de los medios más seguros para conservar la salud consiste en acostumbrar a la naturaleza a soportar el calor y al frío, a resistir los más bruscos cambios de temperatura. Desgraciado de aquel que siente la influencia del más ligero vientecillo, cuya garganta y pulmones se resienten al menor cambio de tiempo y que no tiene ocupación más importante que observar la dirección de la veleta. El árbol criado a la intemperie resiste lo mismo el calor que el frío, la calma que la tormenta; el hábito le ha endurecido. El que se acostumbre a tomar nuestro baño será robusto como el árbol criado al aire libre”.

2) Activa la circulación sanguínea
El agua fría estimula la irrigación de la sangre en la piel y, de forma refleja, también en los órganos internos. El efecto sobre los capilares es el de una gimnasia que provoca que estos se dilaten y se contraigan; lo que se puede potenciar si la ducha es alterna. Por tanto será útil cuando se sufran problemas circulatorios como la insuficiencia venosa crónica, las varices, las piernas cansadas, etc. En estos casos no curará la dolencia, pero servirá para disminuir durante un tiempo la intensidad de los síntomas como pesadez, hormigueo e hinchazón. Para lograrlo es imprescindible que el agua debe ser aplicada en sentido ascendente en dirección hacia el corazón.
3) Refuerza el sistema inmunitario
A este respecto se puede mencionar los resultados de un estudio realizado en los Países Bajos entre enero y marzo de 2015. Con más de 3.000 participantes se comprobó que los sujetos que se sometieron a una ducha fría diaria sufrieron menos resfriados y catarros que los que no lo hicieron y superaron antes los que tuvieron. De hecho los que tomaron la ducha fría redujeron su absentismo laboral en un 29% respecto al resto.
4) Relaja la musculatura
Esto es debido a que el contacto con el agua fría provoca inicialmente la contracción del músculo pero, a continuación, alcanza un estado de relajación superior al que tenía antes de recibir el chorro frío. Esto se emplea para reducir la inflamación, rigidez y dolor después de un ejercicio intenso. Nos referimos en concreto al dolor muscular que trata es el de aparición tardía, que suele surgir a partir del día siguiente a la práctica deportiva. También se utiliza de forma local en el tratamiento de esguinces de tobillo, contusiones o roturas musculares por su efecto antinflamatorio.
5) Proporciona energía y vitalidad
Todo el mundo ha experimentado en alguna ocasión es estado de vigor y alerta que se tiene después de darse una ducha fría. Esta sensación de activación, de vitalidad, de energía puede ser particularmente útil por la mañana para empezar el día. Y por ese motivo este tratamiento no conviene realizarlo antes de irse a dormir. En parte este efecto es debido a la liberación de adrenalina que provoca un aumento del tono muscular y la mejora de la irrigación de los tejidos.
6) Aumenta la tolerancia al estrés
En un primer momento el cuerpo percibe el contacto con el agua fría como una amenaza. Por eso libera la hormona cortisol como ante otras situaciones de estrés y ansiedad. Por tanto si se práctica con regularidad este tipo de duchas, el organismo va desarrollando una mayor tolerancia al estrés. Como en el resto de las facetas de la vida, se trata de ir entrenando al cuerpo a afrontar esta situación.
Como indica Martin Meawdos, “exponerte a bajas temperaturas te puede enseñar a lidiar con situaciones dolorosas de corta duración. Te ayudará a desarrollar una mayor conciencia de tus propias respuestas y a seguir adelante a pesar de las molestias insoportables”. Este autor, experto en autodisciplina, sugiere que para conseguir dicho objetivo se tomen duchas de larga duración de hasta 5 minutos. Pero eso sí también recomienda que se haga solo durante algunos meses y no de manera habitual.
7) Cultiva la fuerza de voluntad.
El tomar una ducha de agua fría puede convertirse en una ocasión para practicar el temple y ser cumplidor con los propios propósitos. Esto ocurre al principio cuando uno está intentando convertirlo en un hábito. Pero también en momentos puntuales en los que no apetece o se está menos convencido de hacerlo. En tales casos se convertirá en una forma de entrenamiento para superar los retos y cultivar la constancia y la tenacidad.

Una vez resumidas las principales ventajas de la ducha fría conviene mencionar que no existen pruebas científicas de que las duchas o baños fríos ayuden a perder peso y adelgazar como en ocasiones se ha defendido. Es cierto que durante ellas se acelera el metabolismo porque el cuerpo necesita realizar un esfuerzo extra para mantener la temperatura corporal. No obstante, no hay ningún estudio científico que demuestre que esta aceleración tenga algún efecto significativo sobre el peso.
Igualmente en caso de sufrir artrosis sin otros síntomas añadidos lo que se suele prescribir es calor seco, no frío.
Por último hay que precisar que, como pasa con cualquier tratamiento, esta forma de ducharse no está indicada en todos los casos. Así, las personas con patologías graves cardíacas o pulmonares deben evitarla porque el aumento de la frecuencia cardíaca y la disminución de sangre que llega a este órgano pueden provocar desmayos, síncopes, anginas de pecho o infartos en estos sujetos vulnerables. Asimismo si se tiene edad avanzada o hipertensión se deberá ser prudente y volver al agua tibia o caliente en el momento en que aparezcan efectos no deseados.
Las ventajas de la ducha fría que hemos expuesto en este artículo creemos que serían suficientes para animar a incorporarla en nuestro día a día. Como sucede también con el ejercicio físico, estamos ante una práctica que depende solo de nosotros y que sirve para responsabilizarnos de nuestra propia salud como tantas veces hemos defendido desde este blog.






