En esta entrada del blog y siguientes proponemos la lectura de dos libros que plantean una crítica a las industrias alimentaria y cosmética con especial atención a la publicidad que utilizan.

 

El primero se titula “Consume y calla. Alimentos y cosméticos que enriquecen a la industria y no mejoran nuestra salud” y pertenece a Ana Isabel Gutiérrez Saleguí, licenciada en psicología por la universidad de Salamanca y especialista en trastornos de la conducta alimentaria; tema sobre el que tiene publicado otro libro. 

En el que estamos comentamos desarrolla una visión crítica de las industria alimentaria y cosmética, como deja muy claro el subtítulo, pero dada la temática del blog en este texto nos centraremos tan solo en la primera. Para ello se apoya en una abundante documentación de informes y estudios (algunos de ellos publicados en inglés), grandes dosis de sentido común y, en ocasiones, un fino e irónico sentido de humor.
Comienza señalando la ceremonia de la confusión que impera sobre la alimentación y la cosmética debido, en gran medida, a las campañas de manipulación y desinformación desarrolladas por las empresas del sector. Quizás como consecuencia de ello hoy en día se asiste a la paradoja de que, a pesar que existen tantos productos que pregonan que son saludables, sigue aumentando en nuestra sociedad el número de enfermedades y muertes asociadas a malos hábitos nutricionales y al sedentarismo.
A partir de este punto de partida, la autora realiza un análisis sociológico sobre los estereotipos sociales existentes en la actualidad frente a los que imperaban hace unas décadas. Así, constata que últimamente el modelo ideal del cuerpo ha cambiado y se ha hecho prácticamente irrealizable al mismo tiempo que se ha convertido en un culto, lo que genera culpabilidad y vergüenza en los que no son capaces de cumplirlo. Este cambio en los ideales es explicado de esta divertida manera: “En resumen, hemos pasado de querer ser buenas, dulces y cariñosas, en el caso de ellas a “dejarnos el pellejo” –o quedarnos en él por ser jóvenes, delgadas y bellas, de querer parecernos a Carmen Sevilla a emular a Kate Moss; y en el de ellos, de ser buenas personas y honrados trabajadores a desear ser una estatua cincelada con “chocolatinas” en el vientre, de admirar a Alfredo Landa a envidiar el torso de Cristiano Ronaldo.
La diferencia es que lo primero es factible mantenerlo a lo largo del tiempo y lo segundo, le pese a quien le pese, es literalmente imposible” (pags 21-22).
Una consecuencia negativa de esta forma de plantear la cuestión es que se produce rechazo y, en ocasiones, hasta marginación social y laboral de las personas con sobrepeso, que se asocia a la pobreza, la falta de fuerza de voluntad y la falta de cuidados. Por otra parte, se demuestra como estos prejuicios se utilizan para chantajear emocionalmente a los padres en la publicidad de alimentos para niños.
A continuación se ofrece un breve diccionario de las palabras relacionadas con nutrición con la intención de contribuir al surgimiento de un consumidor informado de lo básico como primer paso para evitar los engaños publicitarios.

También la autora realiza un somero repaso a la legislación española actual sobre estos temas para poder saber lo que está permitido y lo que no y cómo las empresas emplean trampas para eludir la ley.
Y, tras este preámbulo, se aborda una cuestión más práctica al abordar casos concretos de esta manipulación publicitaria con nombre concretos de productos y campañas. Centrándose especialmente en descubrir lo que ocultan las leches, el omega 3, los yogures tradicionales y bios, los zumos de frutas, los cereales de desayuno y los alimentos lights.
También se analizan las estrategias empleadas para tergiversar y manipular el vocabulario para que el cliente entienda y crea mensajes que tienen poco que ver con la realidad. Como, por ejemplo, el empleo de palabras con asociaciones positivas aunque no tengan nada que ver con el producto, o cambiar el nombre del producto utilizando algunos más técnicos, científicos o rimbombantes, emplear nombres del producto que provocan asociaciones atractivas y que no se pueden reclamar porque no son explicitas o jugar al despiste resaltando lo que conviene y ocultando o poniendo en letras pequeñas lo que puede no gustar o preocupar al desprevenido consumidor.
En el siguiente capítulo, se realiza un esfuerzo para intentar aportar algo de luz a los trucos y estratagemas que emplea la publicidad de alimentos y cosméticos. Para lograrlo se avisa sobre el empleo de la letra pequeña, sobre la cuestionable validez de las estadísticas y porcentaje, y se explica el concepto de biodisponibilidad.
A continuación se analiza el uso de las etiquetas ecológico, bio y natural tratando de desvelar las tergiversaciones y medias verdades que a veces se esconden tras ellas. En esta línea, Ana Isabel Gutiérrez, desvela, entre otras muchas cosas, que el empleo de la palabra natural en publicidad no está regulada legamente y, por tanto, se pueden usar sin tener que cumplir ningún requisito.
Después se hace un repaso a los suplementos nutricionales presentes actualmente en el mercado que parece demostrar que están sobrevalorados porque sus efectos no están comprobados científicamente, no son necesarios en la mayoría de los casos porque la gente se los autoreceta y que son un gran negocio para las empresas fabricantes que no están en la obligación por ley de demostrar sus efectos al contrario que sucede con los medicamentos.

Después se analiza la publicidad empleada para los productos alimentarios y cosméticos. Para ello se parte de la base de que no hay que confundir la publicidad con la información como se pretende desde los medios de comunicación. La principal diferencia radica en que en la información se cuentan los datos positivos y los negativos, los aspectos beneficiosos y los perjudiciales, los pros y los contras; cosa que, como es evidente, no sucede en el caso de la publicidad. Sin embargo, en ésta se utilizan afirmaciones supuestamente científicas, tecnicismos de difícil comprensión o se mencionan a presuntos expertos para que parezca información objetiva. Además, el exceso de información produce una saturación en la que es difícil discernir lo verdadero de lo falso, lo útil de lo banal, la paja del grano. De forma que hoy en día asistimos “a una medicalización de los alimentos y a una especie de “neurosis alimentaria colectiva” que, en lugar de hacernos comer mejor, nos provoca una confusión absoluta con respecto a alimentos y elementos, cuando no nos lleva directamente a sufrir consecuencias negativas para nuestra salud, física y mental. Y económica, les recuerdo” (pag 212).
También se critica en este libro la publicidad que promueve el consumo del vino y la cerveza. Pues si bien es cierto que el primero contiene sustancias beneficiosas como polifenoles, taninos, antioxidantes y la segunda, minerales como el silicio; estas sustancias también se encuentran presentes en otros alimentos que no llevan alcohol.
Porque conviene no olvidar que en nuestra sociedad, ésta es la droga que más enfermedades provoca directa o indirectamente y también la que más familias ha arruinado. 
 
El libro termina, como no podía ser de otra manera, con una serie de sugerencias y consejos para protegerse de la publicidad de las dos industrias que se han revisado a lo largo de estas páginas y que se titula con sorna: manual del publiesceptico. La utilidad de este apartado justificaría, en sí misma, la lectura de este completo y documentado libro. Por eso nos permitimos aconsejarlo desde este blog para que los lectores puedan actuar con conocimiento y conciencia en temas tan importantes como los que trata la presente obra.

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