En esta ocasión queremos comentar en el blog el breve libro “El deporte que nos cura”, una entrevista sobre el tema con Boris Cyrulnik, psiquiatra, neurólogo y etólogo francés. Hemos elegido adentrarnos en esta obra porque no trata de la práctica del deporte en sí como otros de los que ya hemos comentado aquí, sino que aborda aspectos filosóficos y sociológicos de la misma. Eso la convierte en una reflexión original que puede hacernos replantearnos nuestra visión de esta actividad humana.

Además, la persona entrevistada es una de las grandes figuras de la psicología actual, uno de los padres y divulgadores del concepto de resiliencia, entendida como la capacidad de superar sucesos adversos y crecer con ellos, que tanto ha influido y se ha extendido en el ámbito académico y fuera de él en las dos últimas décadas.

El libro comienza haciendo un repaso a la manera en que surgió el deporte y como su concepción y forma de realizarse fue evolucionando a lo largo de la historia.

Después se analiza el sentido de esta actividad desde el punto de vista evolutivo y lo que nos diferencia en este campo de los animales no racionales para lo que se sirve de su formación como etólogo.

A continuación aborda la diferencia que existe entre lo que él denomina los atletas de alto nivel (los profesionales) y los de bajo nivel (amateur). Estos últimos se caracterizarían porque no buscan exclusivamente ganar, sino divertirse, expresarse, realizarse en una actividad física. Además, ésta tiene un componente relacional y socializador, es un ritual de interacción, que no es tan evidente en la práctica profesional en la que prima el factor de espectáculo, que muchas veces se convierte en una gran industria y negocio. Efectivamente, el ejercicio físico amateur suele incluir un aspecto social después de su práctica y de puesta en común en persona o a través de los móviles y las redes sociales. Como indica el entrevistado, “por eso me gusta tanto el deporte de bajo nivel, porque él sí que socializa. El sí que moraliza. Esto no impide la competición, pero después de la competición, aunque hayamos perdido, iremos juntos al restaurante. Es decir, hablaremos, estableceremos una relación humana, haremos una epopeya de nuestra lucha, de nuestra carrera: la convertiremos en producción humana” (página 92). Esta capacidad del deporte para lograr la integración social se puede advertir claramente, por ejemplo, en el caso del colectivo discapacitado, al que aporta no solo una oportunidad de realización personal, sino también de participación en actividades sociales.

Explicado de forma muy sintética las diferencias entre estas dos formas de entender y practicar deporte serían:

  • La motivación suele estar más relacionada con el placer y la diversión que con los resultados o las victorias obtenidas.
  • En muchas ocasiones se busca mejorar el estado físico, mental o emocional y no competir y lograr trofeos y títulos.
  • Se da mayor importancia a los aspectos amistosos y sociales que a los beneficios económicos.

También se alude en el libro a las posibilidades educativas que ofrece la práctica deportiva en el ámbito escolar. A ese respecto se indica que puede servir, especialmente en zonas marginales, como creación de buenos modelos de conducta, factor de recuperación de la dignidad y oportunidad para el encuentro. Para lograr este efecto conviene que se centre más en sus componentes de autorrealización y creación de grupos que en los competitivos. También se advierte que hay que tener cuidado en este ámbito para que los logros deportivos no se conviertan en un elemento de desigualdad y discriminación.

Por otra parte se aborda otros de los debates importantes y espinosos que rodean al deporte que es su relación con la violencia. El autor opta por no tomar claramente partido en el debate de si el deporte de masas es capaz de lograr una catarsis de la violencia inherente al ser humano en sociedades en las que no existe la guerra o, si por el contrario, lo que hace es amplificarla.

Concluimos la reseña de este libro señalando que Boris Cyrulnik atribuye al deporte las funciones de crear un ámbito común en el que socializar y unas reglas compartidas de competición pero también de convivencia. Asimismo destaca en su planteamiento que, como ocurre con casi todas las actividades humanas, más que el hecho en sí de la práctica deportiva lo más importante parecer ser el significado que cada persona o grupo le atribuya: placer del yo, sociabilidad, elemento resiliente, etc. A ese respecto se indica que “también es un beneficio social. Algunas personas prueban la aventura social del deporte, y ahora sabemos que es un beneficio para nosotros como seres humanos. También puede ser un factor de resiliencia: si uno se ha visto perjudicado en un área de su vida, puede compensarlo muy bien o revalorizarse en otra área de su vida” (página 38).

Luis Gállego

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