Para esta entrada del blog traemos en esta ocasión una propuesta muy peculiar. Se trata de una obra cuya temática es la vuelta al campo pero desde una perspectiva muy original que a ratos desconcierta, a ratos desasosiega y casi siempre invita a reflexionar. Se trata de la novela “Los asquerosos” escrita por Santiago Lorenzo en 2018, que narra la historia de un chico de 25 años que se ve obligado a huir de la ciudad por un crimen que ha cometido involuntariamente.

En su precipitada y nada planificada huida, el protagonista acabara recabando en un pueblo deshabitado en la zona de la submeseta septentrional, la cabecera del Duero y la Serranía Celtibérica. El lugar de nombre inventado Zarzahuriel llevaba en ese estado de abandono más de veinte años antes de esta inesperada visita.

Esta obra que a priori parecía destinada a ser una rara avis dentro del panorama literario propia para minorías se ha convertido en un inesperado éxito de ventas.

Para que la historia pueda tener credibilidad presenta en las primeras páginas a un protagonista sin apenas lazos familiares, sentimentales, amistosos ni laborales; lo que le permitirá desaparecer con cierta facilidad. Por el mismo motivo también se nos presenta como un manitas a lo MacGyver capaz de arreglar cualquier cosa e, incluso, crearla. Lo cual le será muy útil para subsistir en esas condiciones de aislamiento y precariedad. Así al principio de su aventura le veremos aprender a recoger leña y preparar la chimenea, arreglar la casa en la que se instala e, incluso, instalar un pequeño panel solar sustraído ilegalmente.

Al contrario de lo que se podría imaginar y prever la novela no se convierte en ningún momento en un panegírico sobre los beneficios y las ventajas de la vida en el campo ni un canto a la naturaleza. También a diferencia de lo que suele suceder en otras novelas que tratan sobre personas que viven aisladas en el medio natural, en esta el protagonista no luchara por encontrar, reparar o crear objetos para conseguir una vida más cómoda. Por el contrario, su opción será ir reduciendo sus necesidades hasta la mínima expresión consiguiendo llevar una vida ascética, primitiva y desapegada. Para ello irá renunciando a la tecnología, a los cambios de vestimenta, a las comidas prefabricadas, a los productos de higiene y cosmética, etc. El protagonista consigue la felicidad practicando una especie de anarquismo existencial consistente en disfrutar del momento presente y hacer lo que apetece en cada momento sin ninguna imposición. De esa forma la obra se convierte en una fábula sobre el consumismo que, sin discursos ni declaraciones grandilocuentes, conduce casi irremediablemente a que el lector se plantee el modo de vida de la sociedad en la que vive.

Pero esta existencia paradisiaca se interrumpe cuando el desaparecido lleva un año residiendo en el pueblo y compran la casa de al lado y el hasta entonces tranquilo pueblo se ve invadido por una familia de domingueros. Estos desplegaran un estilo de vida opuesto al del ermitaño de Zarzahuriel que los criticara por ello. Crítica que se proyecta y amplifica hasta convertirse en una crítica demoledora de la sociedad española y del modo de vida contemporáneo y permite entender el título de esta desasosegadora novela.

Así desmenuza y rebate cada faceta de sus vidas:

-su aspecto físico que denota pereza y dejadez,

-su forma de vestir inapropiada para sus edades y estilos de vida,

-su lenguaje repetitivo, previsible, lleno de tópicos y copiado en gran parte de la televisión,

-su continuo ruido,

-su continuo contaminar,

-su forma de criar a los niños hiperprotegiéndoles y convirtiéndoles en débiles, consentidos y maleducados,

-su consumismo ostentoso e innecesario,

-su dependencia de los aparatos eléctricos y electrónicos,

-su uso abusivo e innecesario de medicina, paramedicinas y cosméticos,

-y, en definitiva, su permanente inconsciencia sobre los efectos que tienen sus actos sobre el mundo y sobre las demás personas.

El protagonista no se quedará en este ejercicio crítico, sino que acabará actuando de forma directa y contundente, aunque sin provocar daños personales para librarse de ellos.

Hacia el final de la historia el protagonista descubrirá, gracias a una serie de casualidades, que el delito que cometió sin querer fue mucho más leve de lo que creía y que apenas fue investigado. Después de este inesperado el indulto, el protagonista de estas páginas, lejos de querer retomar su anterior vida, el decide volver a su querido pueblo con algunas ventajas que no tuvo en su primera estancia como luz eléctrica y acceso a internet. Por tanto, en esta segunda ocasión su opción vital de aislamiento y austeridad deja de ser una solución circunstancial y obligada por el azar para convertirse en una postura moral radical. Así, el protagonista al alejarse del resto del género humano renuncia a soportarlo, pero también a que nadie sea afectado y contaminado por sus neuras, manías, miedos y basuras.

Estamos por tanto ante una novela que, a pesar de la humildad de sus planteamientos y sus escasos personajes, se convierte en una invitación al lector para que se replanteen mucho de los hábitos y costumbres que guían su vida incluyendo su relación con la naturaleza y los objetos de consumo y, es por ese motivo, que hemos decidido incluirla en este blog.

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