Traemos al blog otra de esas experiencias autobiográficas de abandono de la ciudad e inicio de una vida en el campo que tanto nos gustan. Para ello hablaremos de la novela de Beatriz Montañez, “Niadela”, publicada por Errata naturae en 2021. En este caso la protagonista es una periodista, presentadora de televisión, que un día decidió abandonarlo todo para irse a vivir a una aislada casa de campo que ella bautiza como Niadela. Tan aislada estaba que, en el inicio de su retiro, no disponía de luz eléctrica ni de agua caliente. Por ello durante los primeros meses tuvo que iluminar con velas y calentar en cubos el agua del pozo. Por tanto, la principal diferencia de esta obra con otras de similar temática que hemos recomendado en el blog es la soledad porque “Animal, vegetal, milagro” es una aventura familiar y “Entre limones” es de una pareja.

Autoconocimiento

En esta novela la autora cuenta su viaje interior de autodescubrimiento en ese ambiente apartado. De tal forma que su decisión se convirtió en un doble ejercicio de valentía. No sólo por afrontar la soledad, la falta de comodidades modernas, el aislamiento y el silencio, sino también por su afán de buscarse a sí misma, de realizar un ejercicio de introspección sin excusas ni concesiones. Y Beatriz cuenta como lo hace en una entrevista: “Como se ha hecho desde hace milenios: deteniendo tu movimiento, separándote del grupo o de la tribu, aguzando la vista y el oído para entender aquello que la naturaleza quiera contarte”.

Como suele suceder en estos casos, la decisión de Beatriz se originó en medio de una crisis existencial, en la que la vida pierde sentido y sabor para ella. A pesar de sus éxitos profesionales y laborales y su popularidad, Beatriz Montañez reconoce que se encontraba a la deriva, desequilibrada. Buscando una salida tomó la decisión de abandonar la vida que llevaba hasta entonces. Lo hizo sabiendo que la tarea que tenía por delante no era nada fácil pues debería afrontar sus miedos, fobias, frustraciones, cultivar la paciencia. En definitiva se trataba de realizar un gran esfuerzo de adaptación que a nosotros nos parece más bien de reinvención. El objetivo, como ella misma proclama de manera poética, era buscar sus tripas, despertar la sangre que duerme, avivar el alma descuidada, mezclarse con la tierra y renacer purificada.

Para poder hacerlo el primer paso consistió en prescindir de las distracciones que habitualmente utilizamos para evitar afrontar nuestras luces y sombras, para evadirnos: televisión, internet, espectáculos, consumismo… Para ello se marchó a vivir a una casa deshabitada y situada a 25 kilómetros del pueblo más cercano y a 400 de donde vivía.

La siguiente decisión consistió en prescindir el máximo posible de las pertenencias materiales. A ese respecto desde el primer párrafo cuanta las reglas que ella creó. Su intención consistía en vivir tan sólo con dos contratos (tarjeta de débito y móvil); lo cual, en el mundo que vivimos, resulta épico, homérico. Decide, además, no comer nada que provenga de animales y solo se concede dos caprichos: chocolate y vino de vez en cuando.

También establece una rutina diaria en Niadela, en la que por la mañana realiza las tareas necesarias para su supervivencia y el mantenimiento de la casa. Y, después de comer, se dedicaba a escribir hasta las once o doce. Y es que la herramienta que utiliza para el viaje hacia sí misma es la escritura. Gracias a lo cual podemos asomarnos a este radical cambio de vida.

Naturaleza

Junto a este diario íntimo escrito a corazón abierto, la autora ofrece también el registro de su diálogo con la naturaleza que le rodea. Por tanto, esta novela se enmarca en esa corriente tan norteamericana conocida como “nature writing”. Estilo literario que en España cada vez es más conocido, en gran medida gracias a la labor realizada por editoriales como Errata Naturae, Capitán Swing, o Volcano Ediciones.

Así, durante este tiempo, su principal relación, incluso por encima de la que tiene con su novio que le visita de vez en cuando, es la que establece con una zorra de color rojo. También impresiona el gran conocimiento que tiene la escritora de los diferentes tipos de aves y su comportamiento.

Mención aparte merecen las páginas dedicadas a los insectos por alguien que les tiene repulsión. Así, se tendrá que enfrentarse a las picaduras nocturnas de las pulgas al principio de su estancia. Luego con una plaga de arañas toro. Por no mencionar las apariciones, siempre inquietantes, de escorpiones en la casa. Sin embargo, a medida que transcurre el relato se va acostumbrando a su presencia. Hasta el punto que llega a observar y narrar la batalla que se establece entre una araña con algunas patas rotas y las hormigas.

Llama poderosamente la atención que, después de todas esas relaciones con animales, la más desasosegadora e inquietante sea la que se establezca entre Montañez y un ser humano. Éste ocurre con un cazador furtivo que se encuentra por sorpresa y con el que se enfrenta. También deja mal sabor de boca la pequeña disputa que tiene con un hombre en un centro comercial al que ha ido a comprar comida que le acusa de haberse quedado con un euro suyo para sacar un carro.

Por otra parte, lejos de dar una imagen bucólica o almibarada de su vida, la escritora no duda en compartir también sus experiencias duras. Como cuando se rebanó la mitad de la yema del pulgar mientras cortaba madera con la motosierra. O cuando sufrió fiebres altas y vómitos durante 4 días por haber recogido y tomado hierbas que le sentaron mal, lo que para ella supuso una cura de humildad porque le demostró que no sabía tanto como creía. O cuando provocó un pequeño incendio en el bosque por apagar mal las cenizas de la chimenea.

Quizás lo más valioso de este libro sean los sucesivos descubrimientos que la autora va haciendo sobre sí misma y su relación con los demás y la naturaleza. Por ello invitamos a los lectores del post a que lean la obra para descubrirlo. Pero nos permitimos compartir este pequeño adelanto para animarles a hacerlo:

“Invierto mis fuerzas en recogerme, expandirme es sencillo. Todo lo que necesito está aquí, y necesito mucho menos de lo que pensaba. Todo aquello a lo que renuncié, comodidad y posesiones, me volvió libre, todo aquello en lo que ahora invierto, naturaleza y palabras, me hace sentir rica. Tampoco busco ninguna gloria, solo quiero estar en paz. Sé que estar aquí no es estéril. Confió en la fecundidad de la vida, aunque ignoro el cuándo y el cómo. Prefiero ser siempre inicio y conclusión a simple desarrollo. Y ahora que por fin he abierto los ojos, ya no hay marcha atrás. Veo la belleza a mi alrededor, la huelo, la contempló, la admiro; una belleza que tristemente languidece” (página 192).

Es evidente que éste no es un libro que se pueda recomendar a todo el mundo: ya que solo tiene un personaje y como única acción la que sucede en la casa y en la naturaleza que le rodea. Además, la obra está dotada de un poderoso aliento poético que es bellísimo, pero que puede que no seduzca a cualquier lector. De hecho es una de las novelas más poéticas que recuerdo haber leído. En cualquier caso podemos asegurar que el que se acerque a este libro disfrutara de una obra tan valiente como valiosa, tan honesta como bella.

Luis Gállego

                       

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