En esta ocasión recomendamos en el blog “Cocinar con alma” de Lola Mayenco. Una obra de 2019 que supone una original e interesante combinación entre libro de cocina y libro de autoayuda y que logra aportar una visión novedosa a un acto tan cotidiano como el de preparar la comida. Para ello analiza los sentimientos y actitudes que se dan en este espacio de la casa proponiendo ejercicios concretos para fomentar las que son útiles y beneficiosas y para desterrar aquellas que dificultan el trabajo con los alimentos.

La autora del libro comienza indicando en la primera línea del libro que el objetivo del mismo es invitar a las mujeres a disfrutar más de la cocina. Para ello parte de su experiencia personal, en la que ha descubierto que muchas de ellas mantienen una relación tóxica con el acto de cocinar que se materializa en un estado casi permanente de estrés y enfado. Igualmente se expresa la disconformidad contra los estereotipos que dan una imagen de las mujeres que cocinan de esclavas o seres invisibles; así como contra los roles tradicionales asignados por el patriarcado que proclaman que este espacio de la casa es el de la mujer. Frente a eso se propone que «la cocina debe dejar de ser una cárcel de mujeres y convertirse en lo que siempre debió ser: una actividad placentera, un cálido refugio del alma y de los afectos, un lugar donde protegerse de las inclemencias del tiempo y de la vida, un espacio seguro para ser auténticamente nosotras mismas» (página 19). Para lograr este ideal en cada uno de los siete capítulos de esta obra se proporcionan testimonios, consejos y sugerencias para superar los obstáculos que se considera que lo pueden impedir.
Así, en el primer capítulo sugiere que para recuperar el placer de cocinar conviene acercarse a una mujer que ya lo sienta, que llama poéticamente las guardianas del fuego, y que se comparta su sabiduría. Por otra parte se invita a reactivar y confiar en los sentidos basándose en el convencimiento de que en la cocina hay que probar, ver y oler antes de entender nada. Eso le lleva a reivindicar que se haga esta actividad con placer y no por complacer. Para que se consiga entre los fogones se ofrecen algunos consejos sencillos como comer pequeños bocados, disfrutar sin aferrarse, estar presente y no tener miedo a la comida ni al efecto que pueda tener sobre nuestro cuerpo. Termina el capítulo explicando como se pueden utilizar el pasado y el futuro para que la actividad de preparar platos resulte agradable y placentera.
A continuación se repasan las emociones asociadas con el cocinar. Así se empieza indicando que muchas veces el cariño, cuidado y atención que se pone en esta actividad son capaces de suplir la carencia de destreza culinaria o ingredientes especiales. Eso conduce a realizar una larga y encendida alabanza de la humildad. Para entender ésta se indica que un cocinero debe tener en cuenta que no podría hacer su trabajo sin el previo de los agricultores, ganaderos y pescadores. Igualmente parece innecesario presumir de la cocina del país o la región en que se vive porque ésta es el resultado de la amalgama de muchas culturas y épocas diferentes. A eso hay que sumar que en la inmensa mayoría de los casos el cocinero tampoco ha inventado la técnica de procesar los alimentos y la receta que está empleando. Pero se aclara que la humildad no debe hacer pecar de un exceso de autoexigencia pues la autora también indica que

“tus limitaciones no deberían asustarte. No te deprimas cuando alguien note tus defectos. Tampoco dudes en pedir ayuda si la necesitas. Y si tus errores te ponen de tan mala leche que te dedicas a machacarte o a descargar tu frustración en otras personas, detén tu perfeccionismo de inmediato y deja paso a la humildad” (página 60). Frente a una búsqueda de la excelencia que suele ser poco realista y egocéntrica se propone que se asuma que cocinar muchas veces está relacionado con la impermanencia y la imperfección pero a la vez enseña a valorar la vida. Por eso hay que reducir las expectativas, asumir que no se puede gustar a todos y lanzarse a cocinar. También se mencionan varias ayudas que puede haber para superar las pequeñas (e inevitables) derrotas que se producen si se cocina habitualmente: la voluntad de reciprocidad, el amor intenso o el humor.


Luego se recuerda la importancia del cariño y el amor a la hora de cocinar, que es lo que puede marcar la diferencia entre una comida memorable y una de mero trámite. Desde este punto de vista esta actividad se convertiría en un lugar desde el que es posible generar intimidad, cercanía y conexión. Esto sucede en parte por el poder evocador que tiene la cocina para recuperar los buenos momentos y actualizar los vínculos; lo que se refleja por ejemplo en las recetas familiares. Pero ese amor debería extenderse no sólo a los amigos y la familia, sino también a los desconocidos. Incluso la autora plantea que es una buena ocasión para revisar y mejorar la relación que se tiene con los animales. Algo que no tiene que conducir necesariamente al veganismo pero sí a un omnivorismo selectivo y consciente que tenga en cuenta el origen de los alimentos y el tratamiento que han recibido antes de llegar a nuestras casas. Entre los ejercicios que se proponen para conseguir todo esto destacan meditaciones para antes de cocinar, maneras de practicar el omnivorismo selectivo, organizar festines privados y elaborar recetas familiares.

Lola Mayenco, autora del libro
Lo siguiente que se aborda es el papel que debe tener la esperanza en la cocina. Y se comenta que para que ésta aparezca no importa tener dudas o falta de experiencia, pero lo que hay que evitar es la pasividad y el miedo. En vez de eso hay que apostar por el futuro y comprometerse con lo que nos rodea. Entre los ejercicios que se proponen para cultivarla se pueden mencionar la meditación del iris blanco, confiar en el propio poderío, tomar conciencia de los progresos, rescatar el poder de las historias, afirmar los puntos fuertes o pedir ayuda a personas más experimentadas.
A continuación se hace un repaso del papel que debe tener el humor en el acto de cocinar llegando a afirmar que es tan importante para esta tarea como la sal. En ese sentido se puede convertir en una eficaz herramienta para sentirse bien y hacer sentir bien a los demás, para domar la arrogancia, para afrontar la ignorancia, para minimizar los errores y fracasos. Pero yendo más lejos se afirma “El humor es medicina alternativa. Un bálsamo para cuerpo y para el alma. Una pócima a base de deleite que puedes elaborar en cualquier sitio. Pero sobre todo en tu cocina, ese lugar mágico y primitivo donde los alimentos se convierten en energía” (página 135).  Para promoverlo se recomienda entre otros consejos que se adopte una actitud de juego y disfrute, que se utilicen los gestos y el humor verbal para conseguirla, etc.
También se repasa, como no podría ser de otra forma, la creatividad. Así se aconseja escuchar la propia voz interior en la cocina y no depender siempre de la familia, las costumbres, los recetarios o las redes sociales. Es conveniente, de vez en cuando, guiarse por las propias ideas, apetencias, conveniencias e intereses. Pero se recuerda que la creatividad no surge de la nada, sino que hay que tener algún modelo por lejano que sea para poder crear. Entre las variadas propuestas que se hacen para fomentarla mencionamos el tomar nota de las ideas y recetas que se ocurran, el reservar un tiempo determinado para innovar u organizar talleres de cocina para amigos y familiares.

El último capítulo Lola Mayenco considera apropiado dedicarlo al agradecimiento. Así hace ver que la cocina y comida son campos en los que puede crecer muy fértilmente este sentimiento. Agradecimiento en la cocina y en la mesa; agradecimiento a los conocidos que producen y trasportan los alimentos; agradecimiento a los animales y, en definitiva, agradecimiento al universo y su forma de funcionar. Por eso propone que se empiece siempre a cocinar dedicando unos momentos a apreciar las grandes y pequeñas riquezas que se tienen y a dar gracias expresamente por ellas. También deja claro que la gratitud es una fuerza expansiva que arrastra a ser generoso y compartir con los demás lo que se ha recibido. Asimismo se recuerdan los beneficios de la misma como el ayudar a tomar conciencia de la abundancia en que se vive y a sobrellevar los fracasos y decepciones. Para ponerla en práctica entre otros métodos el libro sugiere: hacer recuento de las bendiciones, recitar un mantra para agradecer, escribir notas de agradecimiento, hacer una meditación del corazón, jugar a la piedra de gratitud, hacer un tarro de lo mismo o enseñar a cocinar.
 
Terminamos esta reseña recomendando «Cocinar con alma» por su originalidad y profundidad y porque, además de lo que hemos expuesto hasta ahora, al final de cada capítulo comparte con detalle una receta: higos con queso y miel, paccheri al ragú, flan de manzana con caramelo, falafel egipcio, tarta de limón con moras, huevos escalfados con yogur y pimienta de Alepo, galletas de semillas de amapola. Además también se incluyen unas hojas en blanco para que el lector pueda anotar sus impresiones y experiencias.
 
 

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