Traemos a este blog y recomendamos la autobiografía del campeón de ultramaratones norteamericano y vegano, Scott Jurek, escrita con el afamado periodista deportivo Steve Friedman en 2012. Este corredor es una figura mediática y muy querida en Estados Unidos no sólo por los logros conseguidos en su disciplina, sino también por su compromiso con el medio ambiente y su labor de conferenciante sobre deporte, alimentación y motivación.

Correr

Además, el libro tiene el aliciente añadido de incluir consejos sobre el correr y pequeñas recetas; todas ellas sencillas, sanas y orientadas a aumentar el rendimiento y acelerar la recuperación física.

En las primeras páginas se comienza explicando que los ultramaratonistas participan en carreras con un recorrido mínimo de 80 kilómetros y a veces hasta de 215 y 245. Eso significa que se empieza a correr al amanecer y se sigue haciéndolo durante dos días, en ocasiones por terreno accidentado y con fuertes cambios de altitud. Y Jurek proclama que él logra hacerlo gracias al poder de la mente pues “se necesita un compromiso total, y un fallo de concentración, una falta de motivación, un solo paso en falso puede llevarte a la derrota o algo mucho peor” (página 23).

En los primeros capítulos se cuentan los duros años de infancia y adolescencia del protagonista, viviendo en un hogar pobre de Minnesota donde tenía que ayudar mucho en las tareas de casa porque su madre sufría esclerosis múltiple. De esta etapa destaca sus comienzos en el deporte de competición y como fue creciendo su interés por el ejercicio físico, la alimentación y la fisioterapia. De aquel período merece la pena también conocer a sus compañeros de entrenamiento como el Polvoriento Dusty o Dan Proctor, el hippie; personajes que parecen salidos de una novela de Kerouac.

En 1994 Scott participó en su primer ultramaratón en su estado natal y logró ganarlo, y lo que es más importante, supuso el descubrimiento de su vocación.

A continuación se cuenta como se inició en el vegetarianismo gracia al consejo y la influencia de la que luego se convertiría en su esposa y a la lectura de los libros de Andrew Weil. El cambio alimentario fue lento y progresivo por la preocupación de que pudiera perjudicarle en su rendimiento deportivo hasta que descubrió que, por el contrario, lo mejoraba y también porque tuvo que vencer los prejuicios que tenía por haber crecido en una sociedad de pescadores y cazadores.

El siguiente capítulo lo dedica a contar su primera carrera de 160 kilómetros que también supuso el primer encuentro con los tarahumaras, los indígenas mexicanos que tienen fama de ser los mejores corredores del mundo. Eso ocurrió en la Angeles Crest, en la que Scott llegó el segundo por delante de los indígenas.

A continuación se cuenta el entrenamiento y la participación en la Western States 100, la ultramaratón más antigua y prestigiosa del mundo con sus 160 kilómetros por las montañas de California con impresionantes ascensos y vertiginosos descensos. Scott Jurek participó por primera vez en 1999 con veinticinco años y, superando las dudas que tenía debido a su alimentación vegana y no haber corrido antes una carrera de montaña, se alzó con la victoria. Esto no solo supuso una gran satisfacción y orgullo para el corredor, sino que también contribuyó a que aumentara el compromiso con su desarrollo personal y con la sensibilidad por el planeta. Como él dice con sus propias palabras: “Mientras me preparaba para una nueva victoria, planeé convertirme en un ser humano más completo, más consciente, más respetuoso con el mundo que me rodeaba e incluso con el mundo que no podía ver. Sé que puede sonar raro, viniendo de un chico que creció cazando y pescando y odiando las verduras. Pero era cierto” (página 151). Posteriormente volvió a ganar esta carrera siete años consecutivos, una de ellas con el tobillo lesionado desde mitad de carrera, lo que le convirtió en una leyenda en el mundo de los corredores.

A continuación el protagonista cuenta su participación en el Badwater, un ultramaratón de 217 kilómetros en Las Vegas, conocido como la carrera a pie más dura del planeta en parte debido a la distancia pero también a las elevadas temperaturas que hay que soportar y por la ascensión desde los 85 metros por debajo del nivel del mar hasta los 2.500 de altitud. A pesar de que esta vez Scott Jurek estuvo a punto de sufrir un colapso, logró ganar la carrera en un tiempo record. ¡Y sólo dos semanas después de haber ganado su séptima Western States 100!

En el siguiente capítulo se cuenta la participación del protagonista en la carrera de 80 kilómetros en las Barrancas del Cobre en la Sierra Madre de México, que enfrentó a los tarahumaras con los mejores corredores de ultramaratones del mundo. Esta carrera y sus preparativos fue contada en el betseller “Nacidos para correr” de Chris McDougall, libro que también hemos comentado y recomendado en este blog. La carrera fue ganada por Arnulfo, el mejor corredor indígena, que superó en seis minutos a Scott. Este atribuye la superioridad de los tarahumaras a la eficiencia de sus movimientos y de su forma de usar la energía, a su integración con el medioambiente que les rodea y también a sus hábitos saludables de alimentación no contaminados por la comida industrial y procesada.

Después se refieren los hechos sucedidos en la Western States del 2006, que fueron de los más duros de la vida de Jurek. En ella hizo de liebre de un amigo suyo que se derrumbó a 300 metros de la meta cuando iba el primero. Scott cometió el error de ayudarle a terminar el recorrido lo que supuso su descalificación y que Scott recibiera toda clase de reprobaciones e insultos cuando se conoció la noticia.

También se cuenta su participación en la Hardrock de 160 kilómetros en las montañas de San Juan, considerada la carrera más dura de montaña del mundo porque incluye 20.000 metros de ascenso y otros tantos de descenso, que es más que lo que costaría subir al Everest desde el nivel del mar. Además para terminarla hay que pasar una noche sin dormir, cruzar dos ríos, exponerse a las alturas y a zonas nevadas y con hielo.

Fue entonces cuando se produjo la ironía del destino de que, después de haber entrenado 3 horas al día durante años y haber competido en terrenos durísimos como desiertos y altas montañas, Jurek se lesionó dos días antes de la carrera en un partido de fútbol benéfico haciéndose un esguince al intentar quitarle la pelota a un niño de siete años. Aun así, corriendo todo el tiempo con el tobillo hinchadísimo y morado, Scott Jurek logró ganar y mejorar en 31 minutos el anterior récord.

Pero si semejante hazaña parece increíble poco después Scott Jurek corrió una carrera de 245 kilómetros con un dedo del pie roto. Se trató del Spartathlon, una de las carreras más largas del circuito mundial que reproduce la mítica realizada por Filipides desde Atenas hasta Esparta para pedir ayudar en la lucha contra los persas que invadían Grecia en aquellos momentos y que también inspiró la distancia del maratón. A la enorme distancia había que sumar las altas temperaturas que oscilaban entre 43 y 48º y la humedad existente en la parte del recorrido que transcurre a lo largo de la costa. Scott ganó este ultramaraton en 2006 y, cuando pretendía repetir la hazaña, tuvo un accidente doméstico al fracturarse el meñique del pie cuando fue a levantarse a beber agua por la noche. Aun así, decidió participar en la competición volviéndola a ganar, aunque con un tiempo ligeramente peor a la primera vez. Esta experiencia le permite al protagonista volver a hablar del componente espiritual que poseen las carreras de larga distancia que le asemeja a la práctica de la meditación. Utilizando sus propias palabras: “Pero cuanto más tiempo corro y más lejos llego, más me doy cuenta de que lo que andaba buscando era un estado de la mente -un lugar donde las preocupaciones que me parecían monumentales se disipaban, donde la belleza y la atemporalidad del universo y del momento presente se perfilaban y se enfocaban-“ (página 248).

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Posteriormente habla de la grave crisis que sufrió entre 2008 y 2010 que, como suele suceder, conllevo a la vez problemas físicos, psicológicos y emocionales hasta que adquirió la forma de una crisis existencial. Esta etapa comenzó con el divorcio de su mujer y el alejamiento de su mejor amigo y compañero de carreras, Dusty. Aunque en este período logró ganar por tercera vez el Spartalhon, también tuvo que afrontar importantes abandonos de carreras y falta de títulos. En parte estos fueron debidos a que sufrió una serie de reveses físicos: a comienzos de 2009 desarrolló una dolorosa fascitis plantar, después al intentar correr la Ultra Trail du Mont Blanc en Francia tuvo que abandonar por una lesión de rodilla al haber realizado ese recorrido tres veces en pocos días, lo que parece demostrar que no estaba centrado ya que cometió el error de forzarse a hacer ese sobresfuerzo. También tuvo que abandonar en la Western States, que tantos éxitos le había dado en el pasado. Además, también se produjo la muerte de su madre después de luchar muchos años con la enfermedad incapacitante que mencionamos al principio.

Pero, antes de que Scott Jurek aceptará el comienzo de su decadencia como atleta de élite, realizó su personal canto de cisne que consistió en dos últimas proezas. Una de ellas fue privada y la otra pública. La primera consistió en correr con un amigo 145 kilómetros por el Gran Cañón sin apoyo alguno y llevando su propia comida y agua. En aquella travesía en la que tuvieron que soportar incluso una tormenta, Scott, recordó lo que suponía para él y lo que le aportaba correr. “Son actividades simples, tan simples como la hierba. Y son sagradas. Los peregrinos que buscan el éxtasis cargan agua y talan madera, que también son cosas sencillas, pero si se abordan con gran consciencia y con cuidado, con atención al presente y con gran humanidad pueden proporcionarte un portal hacia la trascendencia. Pueden iluminar tu camino hacia algo más grande que nosotros mismos”. (página 309)

El segundo reto fue correr en el Campeonato del Mundo de 24 horas de 2010 que se celebró en Francia. Una prueba de 24 horas consiste en que los participantes corren durante ese tiempo en un recorrido corto y gana quien hace la mayor distancia. Dada la monotonía del trayecto hay que enfrentar unos desafíos mentales y emocionales muy diferentes a los de se afrontan en los ultramaratones por la naturaleza. Esta vez el protagonista del libro corrió 266,7 kilómetros, estableciendo el récord norteamericano en ese tipo de carreras.

Al terminar la lectura de este libro, cuesta elegir cual de los hilos conductores de la obra ha resultado más fascinante: si la descripción de su lucha en los ultramaratones más duros del mundo o su transformación de pueblerino que vivía por y para la carne a vegano respetuoso y sensible con el medio ambiente que le rodeaba.

Para terminar la recomendación de este interesante y motivador libro compartimos el secreto de Scott Jurek para realizar sus hazañas en el mundo de las carreras: “Es un cálculo duro pero simple: corre hasta que no puedas más para después correr un poco más. Encuentra una nueva fuente de energía y de voluntad, y después corre aún más rápido” (página 25).

Luis Gállego

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