
Traemos al blog un libro de ficción sobre correr, como hemos hecho en otras ocasiones. Ahora, sin embargo, lo hacemos con la impresión de que escribimos sobre una de las mejores novelas que se han publicado acerca de este tema. Se trata de “El corredor” de John L. Parker, que tiene un gran componente autobiográfico porque su escritor fue atleta universitario. Salió a la luz por primera vez en 1978 en una edición del propio autor casi clandestina después de que varias editoriales no quisieran publicarlo. Desde entonces se ha convertido en una obra de culto entre los amantes del running.
El libro narra las andanzas de Quenton Cassidy, un atleta de la Universidad del Sureste en Florida. Cuando empieza la novela tiene casi 26 años y medio, mide un metro noventa y seis, pesa 75 kilos y su sueño es correr la milla en 4 minutos.
Uno de los puntos de interés del texto es la manera en que describe el ecosistema que componen los atletas de dicha universidad. En efecto, pocos libros han sido capaces de reflejar con tanta exactitud el microcosmos de los corredores. Cada uno de ellos con su físico, personalidad y forma de practicar deporte distintas. Y es curioso cómo se explican los tipos psicológicos de cada atleta utilizando como microscopio su manera de correr. Por ejemplo, esto es lo que se cuenta de Quenton, “No solo para ser mejor que sus colegas, sino para superarse a sí mismo. Para ser más rápido por una décima de segundo, por una pulgada, por dos pies o dos yardas, de lo que había sido la semana o el año anterior. Trataba de conquistar las limitaciones físicas impuestas por un mundo tridimensional (y, si el tiempo era la cuarta dimensión, aquella también era su área. Si podía dominar su propia debilidad y cobardía, no tendría que preocuparse de nada más, puesto que todo llegaría” (páginas 143-144).
Pero también se presta atención al aspecto sociológico al mostrar las relaciones que se establecen entre ellos, que a veces son de competitividad, otras de cooperación, otras de modelo. De esa forma se describen con detalle y profundidad los usos y costumbres de los atletas universitarios de la época.
Pero quizás uno de los mejores aciertos del texto radique en como consigue relatar de manera detallista y emocionante alguna de las carreras en las que participan los protagonistas. A ese respecto, tiene mucho mérito la manera en la que logra transmitir las sensaciones de los propios corredores antes, durante y después de la competición, lo cual es de suponer que se basa en su propia experiencia. Resulta difícil elegir un párrafo como ejemplo de esta capacidad, pero quizás por su tamaño se podría optar por el capítulo 35 en el que el protagonista rememora una carrera de una milla tramo por tramo, logrando que la pueda vivir incluso alguien que nunca ha corrido como deporte.

Sin embargo, cuando la narración lleva dos tercios y el lector cree que ya sabe lo que puede esperar, de repente se produce un giro argumental radical y sorprendente, un golpe de timón. Esto ocurre cuando el protagonista, es suspendido por la universidad por su participación en protestas políticas. De esa forma asiste a cómo cambia su vida de la noche a la mañana y con ella sus planes de futuro. Entonces decide retirarse a una pequeña cabaña solitaria y entrenar por su cuenta, siguiendo el consejo de su mentor deportivo el corredor veterano estudiante de doctorado y medallista de oro olímpico Bruce Denton.
De esa forma lo que hasta ese momento había sido un relato coral de un grupo de deportistas se convierte en una aventura épica e individual. Se asistirá al proceso de autoconocimiento y también reinvención de Cassidy que llevará una vida sobria y espartana entrenando él solo en medio de la naturaleza. Se convierte en el habitante de una especie de Walden deportivo en el que se dedica en cuerpo y alma a correr. Su vida prácticamente se reduce a entrenar duro (veinte y tres millas diarias en dos sesiones), leer, comer alimentos sencillos y dormir. “Lo único que intentaba era introducirse en un estilo de vida donde fuera capaz de desarrollar una existencia extenuante pero no insoportable, y que quizá le permitiera -si los glóbulos, los capilares y los electrolitos se alineaban correctamente en sus propias y misteriosas configuraciones- hacer todavía mejor algo que hasta entonces ya se le había dado bastante bien” (páginas 205-206).
Cuando lleva un tiempo allí, su amigo Denton le propone un reto para superar sus límites como corredor y conocer su verdadera fuerza interior. Se enfrentará así a una prueba iniciática que le dará la posibilidad de encontrarse a sí mismo después de superar el cansancio y el dolor.
El libro termina con la participación del protagonista en la carrera definitiva, de la que, por supuesto, no vamos a revelar nada para que el lector pueda disfrutar de ella en vivo y en directo.
Antes de dar por acabada esta entrada, queremos recomendar la lectura del libro a toda persona interesada en el noble arte de correr y, en general, del deporte. Y quien sabe si incluso tiene la potencia suficiente como para hacer nacer alguna vocación y que algún lector, tras la palabra fin, se calce unas deportistas, abra la puerta de su casa y se eche a correr en busca del horizonte.







Como siempre un placer leer estos artículos.
Compraré el libro
Gracias