
En este artículo nos gustaría recordar y hacer la semblanza de uno de los personajes más entrañables que han pasado por las carreras de larga distancia españolas. Se trata del malagueño Francisco Contreras Padilla, aunque se le conocía en el mundo del utratrail como “Superpaco”. Con este apodo se hizo famoso y querido porque hasta los ochenta años siguió participando en carreras de larga distancia.
Este abuelo de aspecto campechano, piel oscura y curtida y algo encorvado nació el 23 de marzo de 1938 en el Sexmo, pedanía de Cártama, Málaga. En las carreras tan llamativa como su edad resultaba su indumentaria. Así, mientras muchos de los participantes en estas pruebas llevan el equipamiento deportivo más moderno, don Paco lo hacía con la misma ropa que utiliza para trabajar en el campo. Solía llevar una camisa de botones, unos pantalones de tergal, su característico sombrero de pleita y unos bastones que se fabricaba él mismo con madera de olivo, naranjo o vara de cañaveral. Destacaba también por el manejo de éstos que le aportan seguridad y velocidad sobre todo en las subidas y las bajadas, lo cual quizás fuera uno de sus secretos.
En cuanto a su técnica alguien que le conoció bien dejó escrito: “una de las mejores cualidades de Paco es la suavidad con la que recorre todos sus caminos. Dice él que es porque lleva un paso largo, pero yo que lo he visto muchas veces sé que no es sólo esto. Sus movimientos son eficaces, certeros, pero sin gastar ni una caloría de más. Mientras que los que van a su lado, a la misma velocidad, van a saltos, tirones y rebotes, Paco avanza desplazándose como si fuera por una alfombra en la que no deja huella. Esa misma suavidad de su caminar es también una característica esencial de su paso por el mundo: discreto, silencioso”.
Igualmente su forma de entrenar fue un modelo de sencillez pues, lejos de cronómetros y “alimentos milagrosos”, su rutina solía consistir en levantarse a las siete de la mañana para cuidar sus olivares y salir a partir de las 9 de la noche a andar 40 kilómetros. Algo que hace pensar que hay hombres hechos de otra pasta; quizás la misma que aquellos conquistadores que se adentraban en territorios desconocidos, recorrían distancias inmensas y no contaban con nada parecido a la moderna tecnología.
Tampoco hay que olvidar su gran calidad humana que le hacía preocuparse por las necesidades y esfuerzos de los que se encontraba en el camino. Como él mismo dijo: “Cuando veo una persona en apuros le pregunto si necesita algo, comida, o lo que sea, antes de dejarla en un sitio sin asistencia. A veces no me importa esperar a alguien para entrar juntos en la meta. Para mí las personas tienen preferencia al triunfo. Las personas y la salud”.
En esta historia también desempeñó un papel crucial su hijo Francisco, que era el que organizaba los viajes, las quedadas y, lo más importante, le acompañaba en las carreras asegurándose de que estuviera bien hidratado y alimentado y no se perdiera.
Una de las cosas más sorprendente de su biografía es que el señor Paco comenzó a salir a caminar a los 60 años una vez prejubilado de la fábrica textil, cuando el médico le recomendó hacerlo para bajar el colesterol que lo tenía un poco alto. Menuda sorpresa se dio llevar ese médico de pueblo cuando vio que su paciente cumplía su consejo tan al pie de la letra y del camino. Y es que, a medida que pasaba el tiempo se fue aficionando a esta práctica haciendo distancias cada vez más largas.
Este entusiasmo le llevo a presentarse a la primera carrera larga. Ocurrió en 2005 en una travesía de resistencia de Tejeda y Almijara organizada por la Sociedad Excursionista de Málaga. En ella realizó un recorrido de 14 horas por terrenos de montaña y andando a un ritmo rápido. La experiencia fue tan del agrado de Francisco que, durante el año siguiente, participó en muchas pruebas similares de más de 60 kilómetros por toda Andalucía.
El siguiente reto fue tomar parte en la Ronda 101, la carrera organizada por la Legión, que es considerada la prueba de larga distancia más dura de España y que hay que finalizar en un máximo de 24 horas. En esta ocasión a Paco casi le impidieron participar por no tener el dorsal, que era la primera vez en su vida que utilizaba. Sin embargo, finalmente este incidente se solucionó, y el protagonista terminó esta carrera de 101 kilómetros en 19 horas.
Después de eso Francisco dio el salto internacional viajando por primera vez al extranjero para participar en el Ultra Trail Mont Blanc, del que ya hemos hablado en este blog al comentar “Correr, comer, vivir” la biografía de Scott Jurek. Para afrontarla tuvo que entrenar en mayores altitudes empezando por los sitios cercanos a su casa como la sierra de Alhaurín y Mijas. Luego corrió y anduvo también por Sierra Nevada, donde experimentó por primera vez la escasez de oxígeno debida a la altitud. Pero, como eso no parecía suficiente, a sugerencia de su hijo, se fueron juntos a los Pirineos de Huesca para entrenarse, logrando dar una vuelta al Moncayo en una carrera de 104 kilómetros y ascender al Monte Perdido de más de 3.000 metros de altitud.
Con ese bagaje, llegaron al Ultra Trail del Mont Blanc, en el que disponían de 46 horas para recorrer 168 kilómetros con un desnivel positivo acumulado de 9.500 metros y atravesando tres países: Francia, Italia y Suiza. Allí, la falta de adaptación de Francisco a la comida francesa le jugó una mala pasada y tuvo que regresar cuando había conseguido llegar hasta la zona italiana. Esa insatisfactoria experiencia no impidió que volviera a participar en esta dura carrera en tres ocasiones más, llegando hasta la región suiza y siendo descalificado por tiempo antes de poder acabar.
En el 2010 y 2012 participó en el Animal Trail, una carrera de 75 kilómetros de dos días por la sierra de las Nieves, que fueron importantes porque en la primera sufrió una pequeña caída que le obligó a retirarse, y en la segunda edición participó por primera vez con su hija María, que se iniciaba en este tipo de travesías.

A finales de 2012, el protagonista del libro superó otra barrera pues hasta entonces no había logrado acabar ninguna carrera de más de 150 kilómetros. Sin embargo, por esas fechas se presentó y concluyó “La última Frontera”, prueba que transcurría por los alrededores de Loja (Granada) y que sumaba dos vueltas de 80 kilómetros cada una.
Animado por este triunfo y demostrando una vez más que Superpaco es inasequible al desaliento, se embarcó a continuación en “La Bandolero” en Prado del Rey, Cádiz. Esta es una prueba de 145 kilómetros con un gran desnivel y que una parte transcurre por un terreno pedregoso en el que hasta las cabras se andan con cuidado. Francisco logró terminarla, aunque en el último tramo sufrió desorientación y alucinaciones debido al cansancio extremo y la falta de sueño.
Para afrontar el siguiente reto a Paco le ofrecieron un patrocinador para realizar con 74 años una carrera de 215 kilómetros por la comarca de la Cerdanya en el Pirineo catalán. En ella fue descalificado cuando le quedaban una veintena de kilómetros para llegar a la meta por equivocarse en el itinerario pero supuso su trayecto más largo al sumar 189 kilómetros. Cuando terminó, le hicieron una analítica en la que detectaron que tenían las enzimas musculares muy por encima del máximo recomendado, lo que suponía un riesgo de sufrir un ataque al corazón o insuficiencia renal. Lo que le obligó a seguir un tratamiento para superar la deshidratación y que su organismo se recuperara de la presión a la que había estado sometido.
En agosto de 2012 volvió a participar en la subida al Veleta desde Granada y, en esa ocasión, se olvidó del calzado deportivo, pero sin dudarlo realizó la marcha de 50 kilómetros con sus zapatillas de diario.
En 2013 Paco y su inseparable hijo tuvieron una agenda de carreras muy apretada en la que apenas disfrutaron de un fin de semana libre. Por ello decidieron que el año siguiente se lo tomarían con más tranquilidad y sólo participarían en pruebas que se celebraran en los alrededores de Málaga. Así explicó esta decisión el protagonista “es importante saber retirarse en una carrera, pero también seleccionar, esto es como comerse un plato de callos, si comes demasiado te empachas, si corres demasiado te cansas y pierdes ilusión y lo que interesa es salir siempre con hambre de mover las piernas”.
Francisco Padilla también participó en carreras solidarias como la que unió la playa de Motril con la cumbre del Mulhacén para ayudar a las víctimas del terremoto de Nepal. Y también hizo la Vía de la Plata del Camino de Santiago saliendo desde Mérida.
Por desgracia Francisco abandono este mundo en octubre de 2019 a la edad de 81 años. Pero, genio y figura, siguió participando en carreras y caminatas prácticamente hasta el año anterior.

En ese post hemos intentado hacer nuestro pequeño homenaje de Francisco Medina, Superpaco, con sus impresionantes méritos y también con sus limitaciones porque constituye un ejemplo para todos de fuerza de voluntad, capacidad de superación y de liberación de los prejuicios. Aunque quizás la mejor definición de Don Francisco Medina que aparece en su biografía “Superpaco. Kilómetros de vida” sea ésta: “Es un hombre sabio que se adapta a los cambios y a las dificultades que se cruzan en la vida de las personas y no abandona fácilmente los proyectos de superación en los que participa”. Esperamos que pueda seguir andando allí donde éste y que los truenos que a veces escuchamos sean el golpeteo de sus bastones en alguna nube empinada que le recuerde sus queridas montañas.
Este artículo fue originalmente publicado por Luis Gállego el 23 de febrero de 2019 y que ha sido revisado y actualizado para su republicación.






